sábado, 25 de septiembre de 2010

¿CUANTO CUESTA UN MILAGRO?

Una pequeña niña fue a su habitación y saco un frasco que estaba escondido en su closet. Esparció su contenido en el suelo y conto con cuidado tres veces, incluso. El total fue contado a la perfección. No había cabida a errores.
Con cuidado regreso las monedas al frasco y cerrando la tapa, ella salió sigilosamente por la puerta trasera y camino 6 cuadras hacia la farmacia de rexall, que tenía un gran signó de jefe indio sobre la puerta.
Ella espero pacientemente a que le farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado por el momento.
Tere movió sus pies para rechinar sus zapatos… nada. Se aclaro la garganta lo más fuerte que pudo. No sirvió de nada, finalmente tomo 25 centavos del frasco y toco en el mostrador de cristal. Con eso fue suficiente!
“Y que es lo que quieres?”, le pregunto el farmacéutico con tono de disgusto en la voz. "Estoy hablando con mi hermano que viene de chicago, no lo había visto en años".
Ella “bueno quiero hablar contigo acerca de mi hermano”, Tere le contesto con el mismo tono de impaciencia. “El está realmente muy, muy enfermo… y quiero comprar un milagro”.
“¿Perdón?”, dijo el farmacéutico.
“Su nombre es Andrés y algo malo he estado creciendo en su cabeza y mi papi dice que solo un milagro puede salvarlo, ahora dime, cuánto cuesta un milagro”.
“Nosotros no vendemos milagros aquí, chiquita. Lo siento pero no puedo ayudarte”, dijo el farmacéutico, con voz suave.
“Oye, tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo que falte, solo dime cuánto cuesta”.
El hermano del farmacéutico, que era un hombre muy bien vestido, intervino y le pregunto a la niña, “¿qué clase de milagro necesita tu hermano?”.
“No sé, replico Tere, con los ojos muy abiertos. Yo solo sé que está muy enfermo y mi mami dice que necesita una operación… Pero mi papi no puede pagarla, por eso quiero usar mi dinero”.
“¿Cuánto tienes?”, le pregunto el hombre de chicago. “Un dólar once centavos”, contesto Tere, apenas audible.” Y ese es todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si es necesario”.
“Bueno, que coincidencia”, sonrió el hombre.
“Un dólar y once centavos, el precio exacto de un milagro para los hermanitos”.
El tomo el dinero en sus manos y con la otra sostuvo su manita enguantada y dijo.”Llévame a dónde vives. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas”.
Ese hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especializado en neurocirugía. La operación fue totalmente gratis y sin cargo alguno por su estancia en el hospital, hasta que Andrés regreso sano a casa. Mami y papi comentaron felices de la cadena de eventos que les trajo todo esto.
“Esa cirugía”, susurraba su madre, “fue un milagro real. ¿Ya me imagino cuanto podría costar?”.
Tere sonrio. Ella sabia exactamente cuanto cuesta un milagro… un dólar con once centavos… mas la fe de una chiquilla. En nuestras vidas nunca sabemos cuantos milagros vamos a necesitar.

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